Artículo de Luísa Abreu, Auditora APCER, Consultora en Economía Circular y Sostentabilidade, originalmente publicado en Eco Circular en Septiembre 2020.
Estábamos cruzando el ecuador del mes de agosto, cuando he decidido que el tema que les iría presentar en mi artículo mensual, sería el turismo y la necesidad urgente de cambiar su paradigma hacía la sostenibilidad. Necesidad esa que se ha agravado,debido a la profunda crisis causada por la pandemia COVID-19, que hizo caer a pique los resultados del sector.
El modelo de turismo de masas, nacido y crecido en la segunda mitad del siglo XX, aún subsiste actualmente, a pesar del aumento de las exigencias/restricciones normativas de la UE y nacionales, a raíz de la crisis climática y pérdida de la biodiversidad al nivel global y concretamente en los destinos turísticos españoles.
Este modelo, que desde su origen ha tenido siempre como atractivo la excelente calidad de los destinos españoles, promovida incesantemente en las campañas de marketing turístico:
sol, playa, naturaleza, gastronomía excelente, ocio y la sincera hospitalidad de la gente…
es, desgraciadamente, uno de los principales responsables, por la degradación de los ecosistemas locales y regionales, debido a la sobrecarga de ocupación territorial, edificación desmesurada, planificación urbanística ineficiente (o inexistente)y sus consecuentes efectos negativos en la contaminación de suelos, aguas, destrucción de la fauna y flora autóctonas.
La ocupación masiva de los destinos turísticos, contribuye significativamente para acelerar el agotamiento de los recursos y agravar los efectos del cambio climático, en las regiones más populares de esta industria, como es el caso de las zonas costeras del mediterráneo y de la Costa del Sol.
Algo que ya en 2003, la Organización Mundial del Turismo de Naciones Unidas (OMT), ha referido, en la Declaración de Djerba:
la relación entre turismo y cambio climático es bidireccional.
Si, por un lado, el cambio climático tiene un impacto significativo en los destinos y flujos turísticos, de otra parte, el turismo es uno de los mayores contribuyentes al cambio climático, destacándose, desde luego, su impacto como industria intensiva en energía (uso de combustibles fósiles, desde el transporte de los viajeros hasta la explotación de las unidades hoteleras).